España entra en la carrera espacial gracias al Miura 1 | La Verdad

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El momento del despegue ha tenido lugar a las 2.19 horas de la madrugada. Dos minutos antes, el centro de control del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (Inta) daba el visto bueno para el comienzo de la cuenta atrás automática. Entonces, los motores del cohete han alcanzado su máxima potencia para emprender un vuelo que se ha prolongado durante doce minutos. Las sucesivas etapas previstas se han sucedido con éxito hasta llegar a su apogeo, la altura máxima prevista, de 80 kilómetros de altura. Esto supone salir de la atmósfera terrestre y alcanzar el espacio, pero no situarse en órbita, límite establecido en unos 100 kilómetros. Gracias a las cámaras colocadas en la cofia del cohete -el espacio donde viaja la carga-, se ha podido observar el momento en el que entraba en microgravedad, cuando los objetos -y los astronautas cuando los hay- flotan en ingravidez. A partir de entonces ha comenzado el descenso hacia el Atlántico, donde le esperaban dos barcos para recuperarlo.

En cualquier caso, este solo era un objetivo secundario. Porque el principal se ha conseguido: demostrar que se dispone de la tecnología para poner satélites en órbita y aprender lo máximo posible de cara a aplicar estos avances en el Miura 5, el cohete que ya está en construcción y se espera despegue de la Guayana francesa en 2025. El Miura 1, bautizado así en honor a la conocida raza de toros española, es un demostrador tecnológico, una plataforma de pruebas que debería legar el 70% de sus avances a su sucesor. Con una altura de 12 metros -el equivalente a un edificio de tres plantas- y un diámetro de 70 centímetros, sus medidas quedan muy lejos del colosal Starship de Elon Musk, que con sus 120 metros de alto es el más grande y potente jamás construido. También del Miura 5, que superará los 30 metros de longitud.

En este primer vuelo ha llevado consigo 100 kilos de material del Centro Alemán de Tecnología Espacial Aplicada y Microgravedad, perteneciente a la Universidad de Bremen. En esos doce minutos ya históricos las miradas de los ingenieros se han centrado en el empuje del motor, el comportamiento aerodinámico del cohete y de todos los subsistemas y el seguimiento de su trayectoria, todo ello bajo condiciones de vuelo real.

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Ciencia | Ingeniería aeroespacial

Elena Martín López

«Estoy inmensamente feliz. Costó que confiaran en nosotros. No veníamos de una empresa grande. Hemos pasado muchas dificultades técnicas y financieras. Ha sido un caminio muy difícil», ha renocido Raúl Torres en referencia al origen de PLD Space, que fundó junto a su compañero Raúl Verdú en 2011 siendo ambos estudiantes de ingeniería de 23 y 22 años respectivamente.

Horas de tensión

El proceso de lanzamiento había comenzado horas antes de la ventana de lanzamiento, prevista entre las dos de la madrugada y las diez de la mañana de este sábado. A media tarde, pasadas las seis, el propio Torres anunciaba el comienzo del largo y complejo operativo con el izado del cohete en la rampa de despegue situado en el Centro de Ensayos de El Arenosillo (CEDEA), en Huelva, perteneciente al mencionado INTA, dependiente del Ministerio de Defensa. Es el único punto del país con los permisos necesarios para lanzar cohetes al espacio, a lo que se une unas condiciones climáticas ideales. Cerca de las ocho, comenzaba la carga del propelente -la sustancia encargada de propulsar el Miura-. El motor es un Teprel-B de combustible líquido alimentado por queroseno y oxígeno líquido (KeroLOX). En 2021, se convirtió en el primer motor cohete KeroLOX desarrollado en Europa con calificación para vuelos espaciales.

Sobre esa misma hora se anunciaba que el último parte meteorológico era favorable. La maniobra de despegue exige unas condiciones muy precisas: la velocidad del viento en superficie no superior a los 20km/h, la atmósfera tiene también que estar calmada en altura y no debe haber ninguna tormenta próxima. A medida que el reloj se acercaba a las dos de la madrugada, comenzaron a comprobarse todos los sistema. Propulsión, aviónica, hidráulica… Entonces se anunció un pequeño retraso en la hora prevista para el lanzamiento. Sería a las 2.15 horas. Tras el visto bueno del control del INTA a las 2.17, comenzaba la cuenta atrás. «Vamos, chicos», exclamó Torres. Y dos minutos después, el Miura despegó. «Lo vamos a celebrar. Acabamos de demostrar quiénes somos. Este es un momento clave. Creo que ahora será más fácil conseguir financiación», afirmó para concluir con la vista puesta en el futuro, en el Miura 5. «Esto es solo el principio».

Los dos intentos anteriores

Enviar una nave al espacio es un tarea muy complicada. El Miura ha tenido que esperar al tercer intento para completar su misión. En la primera, que tuvo lugar el 31 de mayo, fue el viento en altura el que obligó a cancelar el ensayo. En el segundo, el 17 de junio, fue un problema técnico a solo medio segundo del final de la cuenta atrás. «Hemos tenido un Abort automático debido a la no liberación de los umbilicales -una especie de cables que van unidos a la nave y deben separarse de ella en el despegue- de aviónica, el resto estaban libres y el motor a empuje nominal», explicó Torres.

Lo mejor de aquella fallida prueba fue que el cohete no sufrió daños. El verdadero problema entonces fue la llegada del verano. «Posponemos el lanzamiento a partir de septiembre debido al obligado cumplimiento de la normativa en relación a prevención de incendios forestales, las altas temperaturas en Huelva y a la necesaria coordinación con la Guardia Civil», explicaron. Pasadas estas fechas, el cohete volvió a su base de lanzamiento el 5 de septiembre, donde esperó hasta este sábado.

Estos contratiempos son muy frecuentes en la industria espacial. Le sucedió a la Nasa y a la Unión Soviética a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta del siglo pasado. Entonces, en los albores de los primeros pasos de la humanidad fuera del planeta, eran muy frecuentes los errores. Más de la mitad de las tentativas acababan en explosión, según el libro ‘Viajes interestelares. Historia de las sondas Voyager’. El citado Starship está a la espera de su tercer ensayo tras suspenderse el primero por una pieza congelada y estallar a los cuatro minutos en el segundo.

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