La peste hedía a romero. Se creía que esta hierba aromática permitía burlar a la enfermedad que asoló Europa en el siglo XIV. Trescientos años después, el poder empezó a oler a piña. La fruta tropical no se daba en Europa, así que si algún noble del viejo continente la tenía en su mesa era porque había podido traerla de las Américas en pocas semanas, aún fresca y aromática. Los olores siempre han servido para diferenciar clases sociales. Antes de que los coches y las fábricas inundaran las calles de humos, las grandes urbes europeas olían a mierda. Los caballos recorrían las carreteras, el alc…
Inicia sesión para seguir leyendo
Sólo con tener una cuenta ya puedes leer este artículo, es gratis
This content was originally published here.